Por la médula de mis labios
resbalan las palabras.
Cuando uno ama cree
que nada es imposible
y me puse a sembrar tulipanes
Llenarme de una letal virginidad,
de lenguas de fuego
y en el tren de la noche
descarrilar en tu gruta
perenne y mohosa.
Soy agua, alhaja del desierto
me derramo en silencio
mientras el óvulo se fecunda
en los ocres del trigal,
que escondes en las ramas
de tu sentir inmaculado.
Un cisne roe mis pies descalzos,
un nenúfar silente me recuerda
que soy una musa rebelde,
que soy cadencia y teorema.
El alba osado despunta
bajo tu vello púbico
y cierro mis ojos.
Porque el amor huele a
desnudos hermosos,
a momentos furtivos,
a un lento paisaje que
corta el tiempo a besos.
Cepeda
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