A veces
me subo a tu risa
y en ella
me quedo a vivirte
durante unos segundos.
Otras,
prefiero mirarte en silencio
procurando atender
a tus palabras,
aunque siempre acabo
perdiéndome en tus ojos
para encontrarte de nuevo.
Tus manos
saben leer mi cuerpo,
lunar a lunar,
cicatriz a cicatriz,
respirando en las comas
y parando en cada punto...
dando la entonación perfecta
a esta piel madura
que me viste
las ganas de ti.
Tus pies y mis pies
caminan en paralelo,
pero a ratos
nos enreda la vida
y caemos de bruces
sobre un mismo cielo.
Cielo. Lucía.
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