El sol del otoño
me acaricia por la espalda
y mi sombra baja
más de prisa que yo las escaleras.
En los cuatro puntos cardinales
de la solitaria plaza juegan
un niño y sus padres
y una anciana le mete broncas
a su perro y yo escribo ahora estos poemas.
La plaza tiene una paz
que ya no se encuentra ni se lleva
y el viento suave la hace parecer
aún más bella.
Cuando me voy,
atrás queda lo que quiero:
el silencio.
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