Morder el aire
como quien muerde la manzana
culpable de las mil caídas
de un solo ángel.
Someterse al destierro de manos
y hojas,
y manos,
y viento,
y al tiempo tirano
que obliga a caminar
con pasos que no consiguen
hallar un norte.
Y escribir.
Para hallarme.
Para mirarte a los ojos
sin emprender la huida.
Y renacer
en la noche callada
siempre escribiendo.
A pesar de la herida.
A pesar de la nada.
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