Sentada en el taburete
de mis anhelos
cierro mis ojos y te veo.
tu cuerpo enamorado.
Enferman de sarampión
las pecas de la palma
de tus manos.
Vulgares y dichosos
los juguetones parpadeos.
Los sensores de mi mente
se multiplican
en el aire,
en el agua,
en el hielo.
Cierro mis ojos
para no ver
desangrarse una amapola
en la grieta de unos poemas,
que todavía no he escrito.
Las nubes irritadas
descargan en mis pupilas
una fragancia a castaños,
que turba el amor sublime
de unas embriagadas mariposas.
Con mis ojos cerrados
puedo volar muy lejos.
Allí, donde nace la desnudez humana
y la ceguera forma parte de la vida.
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