LA ESENCIALIDAD DEL TIEMPO
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La esencialidad del tiempo
Las excavadoras se pasaron toda la tarde
deshauciando piedras indefensas
condenando a hierbas buenas y decentes
al exilio más irreversible.
Tenían órdenes de no hacer prisioneros.
En su lugar, plantaron elegantes farolas
de tacto frío y desdeñoso
y fue imposible establecer con ellas
conversaciones milenarias
debido a lo inoxidable e inalterable de su piel.
Buscamos tribunales que pusieran desorden entre tanto orden
pero en comisaría nos adivirtieron
que ya no estaban de moda las arrugas ni los descampados
y que las grandes empresas habían decidido exterminar
todo lugar desmercantilizado
toda idea o anhelo que no hubiera sido publicitado anteayer:
imposible reivindicar la sabiduría paciente del musgo.
Alguien se acercó y se lamentó por sus recuerdos robados.
No fueron muchas las protestas
pues el hombre del tiempo había pronosticado
alegrías inmutables por todas partes.
¿Batalla perdida?
Fuimos felices reconociéndonos momentáneamente
frente a un tiempo que expulsa el tiempo de aferrarse
de entrelazarse, de sedimentar sentimientos.
Y renegamos, renegamos afirmativamente.
Sólo lo que envejece existe y es compartible
y es entonces digno
o al menos posible
de ser amado.
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