miércoles, 24 de mayo de 2017

Julia Gallo Sanz,





El monje de la lunaY llegas desde dentro, desde el sí de la boda;
desde las nuevas vidas que sembraste en el vientre.
Del miedo en los minutos de todos los relojes,
del amor ofuscado y la lágrima oculta.
Y llegas cual durazno. Como de un desencuentro
desde ese claroscuro -del todo incomprensible-,
con la palma feroz, arrasando los sueños,
en una nebulosa de puño amenazante
que mísero obedece un impulso de ira
subiendo, como fuego, del sexo a la garganta,
-amargura en la boca y maraña en las sienes-.
Y llegas, y ella siente convulsión y rencores,
más una pena dulce inventando disculpas,
y se le cae el cuerpo, más abajo del suelo,
con una gravedad cargada de pisadas
hasta acoplar su mundo dentro de una canica.
Tiene la luna un monje azuzando mareas.
Ella tiene la noche de insomnio y de cerrojos,
pero ama al que pisa su dignidad más honda,
al que llora arrastrado suplicando perdones
cuando la sangre muda la fronteriza dermis
del color violeta, a la magulladura
Tal vez un día cambie, se dice con recelo
-mientras pica cebolla, preparando la cena-,
¡está tan convencida de ser nada ni nadie…
!Hoy la canica es perla en un ebúrneo lecho;
mas hoy luce contenta, del hombre ha recibido
un gran ramo rosas de pasión, sin espinas,
que contrasta perfecto con la usada negrura
del terciopelo eterno que cubre el catafalco.




(Este poema que denuncia la violencia de género es el EPÍLOGO del cuaderno titulado “48 horas”, 1º Premio de Poesía VICTORIA KENT- 2006) 

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