Y SIGO AQUI
Y sigo aquí
asomada a la ventana de la espera,
de este inmóvil presente de dudas estancadas,
anhelando la llegada de otra nueva tierra.
En mi cabeza,
invento aires de ínfulas promesas
cuyo martilleante estribillo mecánico
tararea incesante un canon llamado “vida nueva”.
Por horizonte,
una barrera invisible infranqueable
de cielos azules infinitos
donde a veces las nubes juegan “su juego de las formas”
retando a mi lejana imaginación de niño
a perder el tiempo en cosas importantes.
Por frontera,
enanos cerros me acorralan,
como grandes K2 que me impidieran
escapar de este valle herido de muerte
por tres largas cuchilladas donde escapa el agua clara inteligente,
hasta un océano de verdes suertes residuales.
Mi paisaje,
un ejercito de altivas garzas de amarillo acero,
obedientes frios girasoles,
desviando sus cabezas al mismo cardinal punto.
Los días que el viento sopla de poniente,
bailan para mi un fragmento del lago de los cisnes.
Más allá,
grises moles absurdas de cemento,
alineadas en filas ordinarias
que la naturaleza jamás hubiera consentido;
pequeñas cajitas de cerillas
donde se clasifican las vidas de la gente
y se acumulan las vanidades de la opulencia de los hombres.
En el abismo que forma mi paisaje,
pequeños seres diminutos,
cabezas con patas obsesionadas
en recorrer mi calle en un tiempo preciso;
extraños animales que dejaron en su estupidez,
de guiarse por sabios instintos.
Y en esta cárcel,
construida con supuestos nobles materiales,
estoy sitiada por la inercia y la costumbre,
vencida por la seguridad de lo seguro,
cegada por la luz del compromiso.
Solo el olor que sube a tierra húmeda,
cuando algun chaparrón desluce el paraiso;
ese olor a libertad ansiada,
me hace soñar con otras lejanas tardes
que antes yo ya habia vivido.
Tardes eternas con infinitos dulces mares
e inmensas playas donde morir contigo.
Al atardecer,
negros pájaros vienen a posarse
curiosos se entretienen contemplándome
y en sus atentos ojos descubro su intención
de lanzarme migitas despacito.
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