martes, 3 de abril de 2018

Ana Vivero Megías




Tengo un soliloquio gritando
entre mi boca y mis oídos
la frente desnuda, los pechos vacíos

Bienaventurado sea el nombre de la noche
por el que yo me arrastro
y siento mi vientre en el dolor que es vida

Si acaso estuviera muerta
si mis fantasmas se pelearan con mi espíritu
quizá no quemara ya más
esta herida de mil cabezas
que arrogante busca pedazos de mi dicha

No es verbo lo que me estrecha
ni hoy sobre la piedra
aún ha muerto el musgo

Me quedo quieta
con este miedo al horizonte angular
que aterroriza en su vórtice

Dame la mano
apriete fuerte mi fiebre
no me dejes a solas
no me dejes
que está el día llegando
con sus fauces abiertas
y todavía la herida de ayer
no ha cerrado

Dame la mano
sólo dame tu mano
y déjame vivir en ella.



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