Te podría decir: He visto el cielo en tus ojos.
Pero ya no creo en el cielo, pero sí en tus ojos…
sí…en tus ojos, sí,
aunque estos no contemplen la misma luna,
la luna que yo miro a la luz de aquel faro,
mimada por las olas que la acunan con mimo y ternura.
A lo lejos el mar, siempre el mar.
No firma el mar su tremendo oleaje,
anónimo como un viejo sabio,
que adivina con la sangre de sus víctimas
la tragedia de un sol suicida…
ese mar que aprecia la plenitud de tus muslos,
que sucumbe al límite de tus caderas,
que socaba en la hondura que reconcilia tus pechos
con palabras que arden y queman y que vuelan,
planeando por los aires de una noche que llega.
Todo esto me inunda,
a la luz de ese faro que presagia el desierto,
y tu vida y la mía
se inundan de imposibles y fugaces instantes.
Te podría decir: he visto el cielo en tus ojos,
pero el cielo responde con murmullos de ciego
y la luna, de razón dislocada,
se abandona en tu frente y se marcha entre olas
(DEL SENDERO, DE LA PERCEPCIÓN DE LA LLUVIA, DEL AMOR Y OTROS POEMAS)
No firma el mar su tremendo oleaje,
anónimo como un viejo sabio,
que adivina con la sangre de sus víctimas
la tragedia de un sol suicida…
ese mar que aprecia la plenitud de tus muslos,
que sucumbe al límite de tus caderas,
que socaba en la hondura que reconcilia tus pechos
con palabras que arden y queman y que vuelan,
planeando por los aires de una noche que llega.
Todo esto me inunda,
a la luz de ese faro que presagia el desierto,
y tu vida y la mía
se inundan de imposibles y fugaces instantes.
Te podría decir: he visto el cielo en tus ojos,
pero el cielo responde con murmullos de ciego
y la luna, de razón dislocada,
se abandona en tu frente y se marcha entre olas
(DEL SENDERO, DE LA PERCEPCIÓN DE LA LLUVIA, DEL AMOR Y OTROS POEMAS)
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