domingo, 7 de octubre de 2018

Lluïsa Lladó



En la azotea con el barreño a rebosar
de ropa para tender.
Y sin previo aviso
cruzó la mirada
un pájaro.

Fue una gota. Un timbre.
Un toque, una tecla.
Un chispazo de tiempo.
Pasó tan rápido
que percibí que ese vuelo
era un aviso. Mientras giraba la cabeza
él llegó antes que yo
en la soledad de los áticos.
Fue ávido, veloz, en línea recta.
Y yo apenas podía sostener
las pinzas y las prendas que plomos
arruinaban las alas.
En ese segundo se detuvo el aliento.
Y entorné la vista.
Un puñado de vuelo de pájaro
y decenas de actos consagrados
a la vida.

Vuela paloma.
A mí me pesa demasiado la colada.
Y las manos.
Y el pensamiento.



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