miércoles, 29 de enero de 2020

Paola Klung

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Decía mi abuela que cuando una mujer se sintiera triste lo mejor que podía hacer era trenzarse el cabello; de esta manera el dolor quedaría atrapado entre los cabellos y no podría llegar hasta el resto del cuerpo.
Había que tener cuidado de que la tristeza no se metiera en los ojos pues los haría llover, tampoco era bueno dejarla entrar en nuestros labios pues los obligaría a decir cosas que no eran ciertas, que no se meta entre tus manos- me decía- porque puedes tostar de más el café o dejar cruda la masa; y es que a la tristeza le gusta el sabor amargo.
Cuando te sientas triste niña, trénzate el cabello; atrapa el dolor en la madeja y déjalo escapar cuando el viento del norte pegue con fuerza.
Nuestro cabello es una red capaz de atraparlo todo, es fuerte como las raíces de un ciprés y suave como la espuma de un atole.
Que no te sorprenda desprevenida la melancolía mi niña, aunque tengas el corazón hecho trizas o los huesos fríos por alguna ausencia. No dejes que la tristeza entre en ti con el cabello suelto, porque fluirá en cascada por los canales que la luna trazó en tu cuerpo. Trenza tu tristeza, decía, siempre trenza tu tristeza…
Y por la mañana, cuando despiertes con el canto del gorrión, encontrarás a la tristeza pálida y desvanecida entre la trenza de tus cabellos...

Fotografía: Candelaria Rivera

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