ESE VIEJO
Ese viejo que ves
en el sillón, es mi padre.
Duerme sin tener
sueño, le sobra la mitad del día.
Su religión son
las horas de la comida, le reza a una caja con pastillas.
Mira la tele como
si la viera por primera vez.
Quiere que le
cuente cosas que no duren más de cinco minutos,
responde siempre
lo mismo, como un médico de cabecera.
Antes de salir
por la puerta se da la vuelta un par de veces, palpándose los
bolsillos, se registra como si quisiera encontrarse.
Le preocupa el
tiempo que hará mañana, desayuna de pie, dos galletas de fibra, se
limpia las manchas humedeciendo un pañuelo con saliva.
Ese viejo que ves
ahí, es mi padre
tan parecido a
otros, incluso para mí.
Cuatro veces por
semana recorre a los especialistas, rellena boletos de lotería,
trafica con partidos de fútbol.
Cada vez que le
veo me rebelo contra la oxidación, contra las proteínas.
Ese viejo que ves
ahí, sin venir a cuento
le da un beso a
mi madre en la cocina
y a mí me guiña
un ojo
como si la
acabara de conquistar.
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