martes, 1 de diciembre de 2020

Laura Gutiérrez Cortés





Las adelfas, ya no se reflejaban en las lunas,
ni mantenían el equilibrio como el loco trapecista en su cuerda floja.
Aquellos besos ingenuos
de jazmines vírgenes y flores
de canela, no tenían gloria ni retorno;
tal vez siquiera un leve recuerdo.
En las perlas de aquel invierno,
el calor de aquellas sonrisas
consagradas en un pacto de sangre amapola, libres y congeladas en el tiempo.
Hoy en las vides de tus labios,
el fruto fermentando dulzura y pasión.
En el vino, la consagración eterna de nuestros suspiros, más allá del verso.

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