LA MECEDORA.
Tantos años confidentes
la una de la otra...
Tantos recuerdos mecidos
e hilados en historias
y siguen muy vivos a pesar de su envejecida memoria.
Mi abuela me coge entre sus brazos con suma delicadeza
y apoyando sus besos en sus entrecortadas palabras,
me las va narrando.
Nos mecemos con cuidado.
Mi cabecita queda a resguardo
en su pecho, mientras que mis ojos se muestran vivarachos
al descubrir como nos envidia un gato.
A él también lo balancea
y el se deja todo confiado
pues disfruta sintiendo como le acaricia su lomo, perdiendo su fiereza.
Cómo echo de menos
las nanas que me cantaba,
o como a veces parecía rejuvenecer cuando la abrazaba.
Hoy el gato y yo nos miramos
entristecidos,
hoy nuestras miradas se pierden
en el rincón donde reposan
sus historias, sus caricias
y mis nanas.
Ambos perdimos ayer a quien tanto amamos y nos amaba.
La mecedora está huérfana,
porque se murió quien nos acunaba.
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