Cuando cae la niebla sobre el barniz de los días
y se esconden las angustias bajo el asfalto,
se asoma la soledad a la ventana de mis ojos,
hasta que descubre bajo mis tripas
la dificultad de atravesar los puentes.
Entonces, tras unas horas de asedio,
rinde sus intenciones
repliega los estandartes de bruja
y se difumina en sombras hacia el infinito.
No me colma de alegría
porque sé que he ganado otra batalla
pero no la guerra.
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Muchísimas gracias Pedro Javier, por recordar este poema de hace años. Un abrazo poético desde Madrid.
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