Apenas has cruzado el umbral,
descubres en el paladar
el sabor metálico del desprecio,
y unos ojos te atraviesan
anulando toda respuesta.
El amor compartido por años
no puede ahora aliviar
la amenaza que acecha.
Te acurrucas en un rincón
a la espera que nada sea verdad
y vuelvan al abrazo
las manos que te golpean.
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