miércoles, 20 de septiembre de 2023

Juana Castro



Dispuso sus cabellos,
sacudió las pavesas oscuras de los ojos,
midió sobre sus yemas una brizna rosada,
soltó la falda triste
y apareció desnuda.
Ni diosa, ni dulce ni serpiente.
La verdad de su carne,
sola en lluvia o en tacto.
Memoria de la hierba,
desde el talón tensada.
Alisó una última
estela fervorosa
y supo, inexorable, que no existe
Paraíso o espadas.


(De Fisterra)

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