Hay un momento
en que uno se libera de su biografía
y abandona entonces esa sombra agobiante,
esa simulación que es el pasado.
Ya no hay que servir más
ni seguir ensayando sus conquistas,
ni plañir en las bifurcaciones.
Abandonar la propia biografía
y no reconocer los propios datos,
es aliviar la carga para el viaje.
Y es como colgar en la pared un marco vacío
para que ningún paisaje se agote al fijarse.
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