París
IBA EL OTOÑO POR PARÍS
por el bulevar San Miguel iba sin ruido,
en la plena canícula, bajo sombreadas frondas
se tropezó conmigo.
Estaba caminando yo hacia el Sena y ardían
pequeños cantos-ramas-secas dentro de mí:
humeantes y raros y tristes y purpúreos,
de lo que he de morir.
Llegó hasta mí el otoño, me dijo algo al oído,
por ello el bulevar San Miguel se estremeció,
zum, zum: revoloteaban a lo largo del camino
hojas de aire burlón.
Un minuto: el verano ni siquiera un suspiro
dio y riendo huyó el otoño de París sin demora.
Estuvo aquí, que anduvo por aquí lo sé yo solo
bajo gimientes frondas.
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