martes, 25 de octubre de 2016

Manuel Moya,





SALARIO

A cada hombre su luna y su salario,
su tanto de sal, su pobre mano
abrasada y hueca. Yo fui
con esos hombres y como uno de ellos
he vuelto a casa con la luna en los ojos.
Como cualquiera de ellos
he visto sucederse la lluvia en los plantíos
y el sol en los últimos jaguarzos de la tarde,
cuando es la luna todavía un ojo helado.

Cada hombre tiene su luna y su prodigio,
su tormenta y su hora de estar viendo llover
impasible a la lluvia. Yo vi a los hombres,
a muchos de esos hombres llegar ante mi puerta,
llamarme por mi nombre y pues he sido
uno de esos hombres, y con ellos
dormido en el barbecho
y grabado en este tronco mi memoria
y su sazón, me vuelvo ahora,
aterido y débil en pos de mi salario. 

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