“En una sociedad caracterizada por la incomunicación, por la tiranía del ruido y de la interferencia, por el predominio compulsivo de la distracción banal, el poema sigue constituyendo un espacio de diálogo y comprensión, el punto de encuentro entre lo inefable y lo que ha de ser dicho. A lo largo de este sutil y lúcido Elogio del instante, José Manuel Lucía Megías consigue delinear la íntima esencia de nuestro paso por el mundo: da voz a las profundidades de la sensorialidad y del sentimiento; moldea los escenarios en los que somos máscara y realidad; retrata, con paciencia y maestría, los mil rostros sucesivos y simultáneos de la verdad y todas sus incertidumbres. Con un libro levantado desde el humanismo y el arte (alzado a partir del reconocimiento grato de nuestro lugar en la infinita línea de la cultura, sobre los fundamentos de la bendita insensatez que constituye la búsqueda poética) se abre la colección “De luz, piedra y espejo” (Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá), 2021 no podía desearse un augurio más propicio”. Francisco Martínez Morán.
Se nos están muriendo los poetas
en el instante de la muerte
de Guadalupe Grande
y Joan Margarit
Se nos están muriendo los poetas,
están quedando sin versos las esquinas
y las gargantas que solo saben volver,
una y otra vez,
a esta voz que un día les dio la vida,
que un día las creó a su imagen y semejanza.
Qué gris, qué desolador, qué muerto un mundo
sin poetas y
sin poesía.
Qué deshabitado.
Qué inhumano.
Qué mudo.
Se nos están muriendo los poetas
que un día pusieron voz a nuestro grito de libertad,
a la alegría desbordada en las avenidas
de las revoluciones y de los futuros compartidos.
Aquel día fuimos felices porque había versos
que echarnos a la boca,
que echarnos a la cara;
versos que se confundían con el tacto
de nuestras manos,
de nuestros cuerpos,
de nuestras orillas
y puños por encima de las banderas.
Aquel día fuimos humanos porque soñamos
con revoluciones permanentes, construidas con los versos
de tantos y tantos y tantos poetas;
ladrillos de vida y de esperanza
a golpe de metáforas y encabalgamientos.
Muros de versos para contener la infamia.
Pero se nos están yendo todos,
uno a uno.
Se nos están muriendo, uno a uno, los poetas.
Y uno a uno se van enmudeciendo nuestros recuerdos,
el necesario murmullo de nuestras conciencias,
sombras en los espejos de cada una de nuestras historias.
Uno a uno
somos cada vez menos humanos
a medida que
uno a uno
se nos van muriendo nuestros poetas,
llaga viva de nuestra conciencia, de nuestro destino,
faro impreso en las páginas de sus libros.
Se nos están muriendo los poetas.
El gris de los océanos cada vez está más cercano.
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