AUSENCIA
Extender los brazos entre las sábanas
con la sed agónica de una rosa a mediodía,
a lomos de un corcel blanquísimo ajeno a la luna
y caer herido
en la frivolidad de la sed,
en el crepúsculo invernal de ese lado hueco de la propia alcoba.
Extender los brazos entre las sábanas
con una esmeralda tapizada en la boca
mientras tu nombre sobrevuela el aire
pestilente de las almohadas
como un suspiro envuelto entre rejas,
para reventar el tacto en el marco de una puerta sellada,
en la gota de una lágrima silenciosa y desapercibida.
Extender los brazos entre las sábanas
y replegar el corazón en la noche: abrir de par en par
las ventanas
para estallar en plena luz artificial de un cartel
a precio de prostíbulo
y destrozar el alma, al fin, con un beso sin azucarillo
que nazca desde el espejo del recibidor, sucio y frío.
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